...junto a su abuela.
Y no porque las derramara, sino porque fue incapaz de hacerlo.
Cuando terminen de leer esta experiencia, seguro que estarán en posición de entender más a aquellas personas que, a pesar de que una pérdida les toque muy de cerca, no son capaces de manifestar su dolor.
TR Jonás. 25 años
31 de Julio de 2015
Vino acompañado de sus padres, a los que invitó a salir de la sala pues no quería que vieran su proceso, quizás sabía ya que podría ser doloroso para ellos, en especial para su madre.
Manifestaba ansiedad y cabreo cuando no se cumplían los planes. Se consideraba muy metódico y se enfadaba cuando no todo le salía perfecto. A veces se encontraba de mal humor y sentía como que le faltaba algo. Deseaba crecer como persona y sabía que podía aportar más de lo que realmente aportaba a su vida y a la sociedad.
Se había dejado el trabajo.
Y entonces le pregunté,
T: ¿Hay algo que te preocupe?. ¿Hay algún hecho de tu pasado del que quieras hablar?
J: Mi abuela, la madre de mi madre, murió en Marzo del 2014.
Y justo ahí empezó a sacar todo el dolor de su pérdida.
Jonás estaba muy unido a su abuela, comía o cenaba con ella cada poquitos días. Conversaba con ella, le contaba sus problemas. La consideraba una segunda madre y...murió en sus brazos.
" Aquel día había comido con ella y como no le había visto buena cara, por la noche llamé a ver como se encontraba. Allí había una tía mía y me dijo que estaba peor.
Me fui inmediatamente a su casa.
Yo me siento mal porque ella se siente mal. ( aquí ya habla en presente, ya está profundamente dentro de la experiencia).
Cada vez se encuentra peor. La sentamos en una silla. Le está dando una parada cardíaca. La abrazo por detrás.
Mi tía llama a la ambulancia, pero no llega. Siento impotencia y rabia por el retraso. En mi interior me enfado con el personal por su tardanza. No me creo que mi abuela esté tan mal.
Ella me dice "Me muero".
Siento vacío dentro de mí.
Me limité a acompañarla ( ¿les parece poco?)
Ella respira más tranquila cuando yo estoy sujetándola por detrás...."
Realmente Jonás hizo un gran trabajo con su abuela, la acompañó en su proceso de morir. Ella lo decidió así. Pero al no ser consciente por el dolor y su juventud, una parte de Jonás quedó atrapado en su propio dolor.
J: No puedo hacer nada.( ¡Ojo! mandato)
T: ¿ Y qué sientes cuando no puedes hacer nada?
J: Vacío muy grande (de nuevo), ansiedad (síntoma inicial), tristeza, rabia (otra vez) y mucho cabreo (más síntomas). Siento desolación. Me parece todo subrealista.
T: Fíjate en todo esto, ¿cómo te está afectando en tu vida como Jonás?
J: No exteriorizo nada. Hago sufrir a mis padres porque todo lo guardo dentro de mí y ellos no entienden.
T: Muy bien. Sigue.
J: Me quedaba mucho por vivir con ella. Estuve 4 horas con mi abuela. En un momento mi tía díjo que no respiraba y la acostamos en el suelo para intentar reanimarla. La ambulancia seguía sin venir. Yo le decía lo mucho que la quería, que no la iba a olvidar, que iba a estar con mi abuelo. Mientras pensaba que le iba a hacer mucha falta a mi madre.
En un momento llegó la ambulancia.
T: ¿Qué sientes cuando llega la ambulancia?
J: Vacío en todo mi cuerpo. Sé que ella está muerta. Siento Cabreo (otra vez el cabreo), porque hay gente que no le importa. Tengo miedo de que le pase algo a mi familia. Siento un nudo en el estómago que no me deja sentir la situación.
Era un pilar en mi vida y a día de hoy no he sabido sustituirlo. No voy a volver a verla.
En ningún momento me quise creer que mi abuela se murió conmigo.
Fíjense como se negó a aceptar una realidad, y esa negación le seguía martirizando, de ahí la importancia de hacer consciente lo inconsciente para poder sanarlo.
T: Fíjate, de todo esto que acabas de revivir, ¿cuál ha sido para ti el momento más traumático?
J: Cuando mi tía me dijo que no respiraba y la acostamos en el suelo para la reanimación. Mi tía se puso histérica y yo no sabía lo que hacer. Yo sabía que no había nada que hacer.
(Realmente no se estaba contradiciendo, no sabía lo que hacer porque realmente no podía hacer nada.)
Siento vacío.
T: Y en ese momento, ¿cuáles son tus reacciones físicas?
J: Le pegué una patada muy grande a la silla y me hice mucho daño. Durante unos minutos me sentí muerto.
T: Y en ese momento, ¿cuáles son tus reacciones emocionales?
J: Siento tristeza, impotencia, pienso mucho...en cómo se va a sentir mi madre cuando llegue...en el vacío que iba a provocar, en las navidades que no se iban a celebrar...en mis conversaciones con ella...en los domingos que no iba a subir a verla...(cuánto nos cambia la vida, ¿verdad?)
T: Y en ese momento, ¿cuáles son tus reacciones mentales?
J: Siento ansiedad, impotencia de no poder hacer nada, pero también un poquito de alegría porque pudo pasar su muerte conmigo ( por fin iba empezando a entender qué gran tarea hizo con su abuela en esos momentos tan complicados y difíciles).
T: Fíjate y todo esto, ¿qué te está haciendo hacer en tu vida como Jonás?
J: La sigo necesitando para avanzar aún teniendo el apoyo de mi familia, es que mi abuela lo era todo. Necesito poder seguir viéndola para ser feliz, hablar con ella, contarle cosas ( ¡Ojo! otro mandato)
T: ¿Y qué te está impidiendo hacer?
J: Me impide ser como soy. Siempre tengo una sonrisa en la cara pero no es sincera. No la siento.
La muerte de mi abuela me anula como persona (otro mandato).
Siento que somos insignificantes, que pocas personas se preocupan por nosotros. La Sociedad es muy hipócrita e individualista.
Muy cierto, pues es precisamente esa individualidad uno de los procesos que nos hace sufrir. No entendemos que todos formamos parte de un maravilloso TODO. Que todos existimos porque existen los demás. De otra forma sería inconcebible nuestra propia existencia.
Hoy veía al personal del servicio de recogida de limpieza de contenedores de basura haciendo su trabajo y pensaba que no somos conscientes de la importancia de todos y cada uno de nosotros.
¿Qué sería de nuestra salud sin ellos?
Y no solo en cuanto a los humanos se refiere, sino del papel de todos los seres vivos en este planeta.
¿Qué sería de nosotros sin las hormigas? ¿Lo han pensado alguna vez? Hay estudios sobre ello, el mundo sería un enorme basurero sin ellas.
Creemos que somos más que otros porque tenemos una profesión bien pagada, o porque somos más guapos, o porque heredamos la mayor de las fortunas, o porque dirijimos un país...pero...no somos nada sin el que limpia, sin el que produce, sin el que reparte, sin el de la tienda de la esquina...y tampoco podríamos sobrevivir sin las hormigas, por mucho que luchemos contra ellas cuando se cuelan en nuestra casas...
Jonás tenía mucha razón en ese estado ampliado de conciencia. Su alma ponía de manifiesto uno de los mayores males de esta sociedad...la individualidad, no vista como respeto a todos y cada uno de nosotros, sino como una lacra al no importarnos lo que le ocurre a los demás.
Y la única forma de cambiar el mundo es cambiando nosotros mismos. Entendiendo que todo ocurre para nuestro aprendizaje y sanación, para que se opere ese cambio en lo más profundo de nosotros.
Jonás lloró todo lo que no lloró cuando su abuela murió.
Y cuando le hice volver a esos momentos, ya envuelto en la luz, para recuperar ese cachito de su alma que se quedó atrapada en el dolor de la pérdida, la vió...
T: ¿A quién estás viendo?
J (sonriendo y llorando al mismo tiempor): A mi abuela...y ....a mi abuelo tras ella.
T: ¿Dónde están?
J: Junto a mí. Me dicen que están bien. Que quieren que yo esté bien. Que todo está bien.
T: Fíjate, ¿tu abuela pasó por la luz? ¿Y tu abuelo?
J: Creo que no. Se quedaron conmigo. Mi abuelo estaba con mi abuela, y cuando ella murió se vinieron los dos conmigo.
T: Dime, si estás viendo a tu abuela...¿cómo es eso de que ya nunca la ibas a volver a ver?
J: No sé.
T: Fíjate...cuando decías que la muerte de tu abuela te anulaba como persona...pero tú la estás viendo...entonces dime...¿tu abuela está muerta?
J: No, no lo está.
T: Entonces, si tu abuela no está muerta...¿cómo te puede anular como persona su muerte?.
J (sonriendo): Ya entiendo...
T: Bien, ahora que ya entiendes, pregunta a tus abuelos si desean ir a la luz para que tanto ellos como tú podías seguir con vuestro propio camino evolutivo.
J: Sí, quieren irse porque ya saben que yo estaré bien.
T: Diles que recojan todos los cachitos de su energía que pudieran estar en cualquier parte o con otro familiar, y que todos juntos vayan a la luz.
Y así lo hicieron y su nieto fue testigo de ello.
Se hablaron, se dijeron todo lo que tenían que decirse y la calma volvió al corazón de Jonás.
Fue muy emotivo y me siento profundamente agradecida de haber sido testigo de ello.
Unos 15 días antes había sido el padre de Jonás el que trabajó en terapia regresiva y leyendo los dos casos, había una frase que se repetía en ambos. Tanto Jonás como su padre decían:
"Tengo miedo de que le pase algo a mi familia"
Exactamente las mismas palabras, ni una más ni una menos, pero realmente, ¿quién tenía miedo de que le pasase algo a la familia?
Cuando el padre de Jonás hizo su trabajo, resulta que encontró con él también un cachito de la energía de su suegro. En aquel momento también marchó a la luz pero no toda su energía, sino la parte que se había quedado con él. Otra parte estaba con la abuela y con el nieto, y la preocupación excesiva por la familia venía en ambos casos del abuelo, por eso se quedó con todos y cada uno de ellos.
Somos energía y como tal podemos segregarnos. No es un misterio, es solo física.
Por otro lado, como terapeuta, esta experiencia me constata que en muchas ocasiones hay que sanar los traumas provocados en esta vida antes de poder entrar en otras.
Es primordial ser consciente de cualquier problema que nos haya acontecido en nuestro caminar por nuestra vida presente para ir aprendiendo y sanando en cada paso que damos.
Todavía me sigue sorprendiendo la valentía de los jóvenes de ahora que deciden rebuscar en su pasado, esté éste donde esté, para sanar su alma.
Gracias Jonás por esa valentía que mostraste y que estoy convencida, sigues mostrando día a día.
Fina Navarro
13 de Julio de 2016
viajerosdeluz@gmail.com
viajerosdeluz.blogspot.com.es
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