domingo, 27 de diciembre de 2015

Abuelos protectores

Una compañera me preguntó: ¿ Qué es la muerte?
Yo, de pie, le contestaba que la muerte no existe. Que cuando dejamos el cuerpo físico, nuestra consciencia, nuestro cuerpo energético, nuestra esencia va a otro lugar, a otra dimensión, a la luz, a nuestro verdadero hogar...
Y mientras hablaba, detecté que otra compañera no dejaba de llorar, paseando desde el baño a la sala donde nos encontrábamos y desde la sala a otra habitación adyacente, para volver de nuevo a la sala, pañuelo en mano.
Con un leve gesto pregunté a una tercera compañera que qué le pasaba, a lo que me contestó con la mirada que no lo sabía.

Seguí con mi conversación sobre la muerte y la luz unos minutos más. Entonces me dirigí a la compañera que lloraba y le pregunté si quería que la ayudara. Ella me miró con total desconsuelo y me dijo que sí, porque no sabía lo que le pasaba.

TR Almudena. 39 años.
Abril 2015

La hice acomodarse en otra habitación y yo sentada a su lado, le pregunté
T: Cuéntame. ¿Qué está ocurriendo?
A: No lo sé (llorando) Solo sé que un sentimiento muy fuerte me vino cuando empezaste a hablar de la luz y de lo bien que se está allí. Y no puedo dejar de llorar (limpiando sus lágrimas)
T: Muy bien. Cierra los ojos y respira profundamente....eso es...muy bien.
T: Ahora yo pregunto, ¿quién está llorando?
A: Yo
T: Y quién eres tú?
A: Pues su abuela ( Ah, qué bueno! Ahí está)
T: ¿La abuela de quién?
Abuela: De mi nieta Almudena.
T: Hola. Mi nombre es Fina y, si tu lo quieres, yo puedo ayudarte.
Abuela: Buenoooo (dejando de llorar)
T: Dime, ¿a qué se debe que estés tan triste?
Abuela: Es que siento que echo de menos ese sitio del que hablabas. Como si tuviéramos que irnos allí.
T: Tuviéramos?¿ quién más hay contigo?
Abuela: Mi marido y yo.
T: ¿Él también está triste?
Abuela: Sí. Pero él hará lo que yo haga.
T: Y dime, ¿a qué se debe que estéis con vuestra nieta?
Abuela: Es que ella se quedó muy sola cuando morimos. Y nos quedamos para cuidarla.
T: Cuánto tiempo hace de ello?
Abuela: Diez años. Pero parece que ya sentimos que tenemos que irnos.
T: Eso está muy bien. Yo os puedo ayudar. ¿Os gustaría iros?
Abuela: Sí, pero ella (refiriéndose a su nieta) parece que no está muy convencida.
T: Bueno, yo voy a explicarle, porque tu nieta me escucha, que para que todos podáis seguir con vuestro camino evolutivo, ella debe de dejar que os marchéis.
Y así lo hice, sabía que se sentiría muy sola tras la partida de sus abuelos, pero realmente no la dejaban vivir su propia vida, pues estaba influenciada por la presencia de ellos en su campo vibratorio y los tres estaban en cierta medida, "atascados" en esa situación. Aunque con la mejor de las intenciones por el amor que se procesan.
Le expliqué que una vez sus abuelos estuvieran en la luz poco más de un mes, podría llamarlos si alguna vez los necesitaba, pero ya no consumirían de su energía pues al haber pasado por la luz, ellos ya tendrían restaurada la suya propia y de esta forma podrían ayudarla más fácilmente.
Almudena le costaba dejarlos partir, pero al final y por el amor que les procesaba, lo permitió.

Los abuelos hicieron una petición a Dios, pues eran creyentes, y marcharon a la luz.
En esos momentos llamé a Almudena para que me narrara lo que estaba viendo, y me dijo que sus abuelos estaban entrando en la luz, que se hacían más pequeños allí dentro, que se volvieron en un momento determinado y la saludaron con la mano en silenciosa despedida, enviándole todo su amor, hasta que desaparecieron dentro de ella.
Cuando le pregunté cómo les veía, me dijo "Felices".
Almudena lloraba, pero ahora era ella la que lloraba por la despedida, por el desapego que no se produjo diez años atrás. Sus abuelos habían partido, pero no era un adiós, sino un "hasta luego" y ellos se fueron felices.
T: ¿Cómo te sientes Almudena?
A: Triste, pero bien. Ellos ahora están mejor.
T: Sí. Has hecho lo correcto. Enhorabuena. Lo has hecho muy bien.

Y es cierto. Almudena lo hizo muy bien, pues a pesar de su reticencia les dejó partir.
Dejar partir definitivamente a los seres queridos es doloroso, pero tened siempre en cuenta que nunca decimos "adiós", sino un "hasta luego". 
Es justo sentir dolor ante la separación, es totalmente válido echar de menos a nuestros seres queridos y es absolutamente respetable y deseable llorar por ello, pero con el tiempo somos conscientes de que cada cual lleva su camino evolutivo y debemos respetarlo.

Es curioso que de entre todos los abuelos que me he encontrado haya quienes no eran conscientes de su muerte, otros que no querían irse por aferrarse un poco más a las cosas de este plano, otros que "creían" que sus nietos y nietas les necesitaban, y otros que no se iban porque sus familiares les necesitaban a pesar de ser conscientes de su propia muerte y de que deberían ir a otro plano de existencia, a nuestro verdadero hogar.
Las razones son tan amplias como podamos imaginar, pero antes o después, se deberá producir el despego y tras marchar a la luz, todo estará bien para todos nosotros.

He de decir que días más tarde, Almudena no recordaba apenas lo que ocurrió en esa sesión, pues como a muchos de nosotros, su mente consciente no la dejaba recordar todo lo acontecido. Sin embargo, poco a poco, tras ir normalizando que no solo existe lo que vemos con los ojos, ella fue teniendo trazas de lo ocurrido, hasta hacerse una idea de ello.
Sea como fuere, su mente se ha abierto a esta otra realidad y a un mayor desarrollo espiritual.
Quizás sus abuelos influyeron es ello, pues todo, incluido la presencia de almas desencarnadas con nosotros, todo, todo forma parte de un plan aún mayor, que apenas somos capaces de percibir.
Para mí fue un placer trabajar con ellos y desde aquí os doy las Gracias por ello.

Fina Navarro
04/12/2015

miércoles, 25 de noviembre de 2015

Seguimos aprendiendo

A pasar de creer que "entendemos",
a pesar de saber que la muerte no existe,
a pesar de saber que nuestra alma es inmortal,
a pesar de saber que elegimos esas experiencias tan traumáticas antes de venir,
a pesar de ello...
Cuando algo grave nos acontece a nosotros o a familiares o amigos muy queridos,
nuestro apego, nuestro dolor por el sufrimiento por los demás, hace que se tambalee toda nuestra creencia y que nos demos cuenta de que, a pesar de creer que "entendemos", debemos seguir aprendiendo.

Pero aprendiendo también a llevar nuestras emociones sin avergonzarnos por ello,
aprender a llorar, a reconocer que podemos hacerlo a pesar de "entender",
aprender a que vivimos en una dimensión en la que podemos echar de menos,
aprender a que es normal vernos afectados por el sufrimiento de los demás,
aprender a sufrir,
aprender a superar ese dolor,
aprender a analizar esa experiencia y sacar conclusiones maravillosas de algo tan doloroso,
aprender más humildad o el perdón, o a tratar con otros en igualdad de condiciones, o a equilibrar el ego, o a entender el sufrimiento de los demás, o a ser empático...ufff... tantas cosas,
cada uno lo suyo en cada momento.

Y no pasa nada, absolutamente nada, pues venimos también a SENTIR.

Así pues, amigos míos, sintamos profundamente y sin avergonzarnos por ello.
Sintámonos también orgullosos de ser capaces de ello y aprendamos en el camino.

Desde mi propio aprendizaje, desde mi propio sentir, con gran humildad y con mucho amor.

Fina Navarro
25/11/2015

domingo, 15 de noviembre de 2015

Energías negativas?

Hola , ¿qué tal estás?-así recibí a Alberto mientras le abría la puerta de casa.
Pues nada, por aquí, a ver si me quitas estas energías negativas que llevo conmigo-dijo él de pronto.
Dejémoslo en Energías- bromeé mientras pensaba que más al grano no se podía ir.

Pero, ¿a qué llamamos Energías Negativas?
Muchas veces pensamos que esas energías no son nuestras, que nos las ha mandado alguien, que las hemos "enganchado" en algún sitio...
Sin embargo, esa tarde la terapia demostró que no es siempre así.

TR - Alberto, 24 años
6 de Noviembre de 2015

Alberto no había practicado meditación y nunca había hecho ninguna terapia regresiva, ese fue mi punto de partida cuando pensaba que podría ser complicado llegar al motivo por el que su alma le había traído hasta mi casa. Le pregunté el motivo de su visita y me habló de su indecisión, de sus dudas a la hora de emprender un camino en su vida, de su falta de dirección, de su falta de paz interior, de la energía negativa, del calentamiento de cabeza, como si tuviera ideas no organizadas dentro de su cabeza, como muchos pensamientos muy liados ahí dentro.

Terapeuta: A ver, háblame de esa energía negativa.
Alberto: creo que es mi propio negativismo ( qué sabia es nuestra alma, ¿verdad?)

Me habló de su abuela, que había fallecido unos meses antes, de lo que la quería. Y aquí sus ojos ya expresaron la emoción que también había que trabajar.
Pero no me habló del cansancio, a pesar de ello la persona que me lo mandó sí me lo había comentado y yo lo tuve en cuenta.

A pesar de tener claro que tenía que trabajar el tema de su abuela no fue lo primero a lo que lo dirigí.

T: Cuéntame algo más de lo que te ocurre en la cabeza.
A: Parece que tengo pensamientos que no son míos, sino de los demás. Yo quiero irme fuera, pero no me atrevo. Cuando alguien me dice que me voy a equivocar, me bloqueo y no hago lo que deseo. No puedo hacer lo que me gustaría por miedo a equivocarme, así que intento hacer lo que los demás me dicen.
T: Y tú qué quieres hacer?
A: No lo sé. No quiero que los demás piensen mal de mí.
T: Dime, de dónde viene ese bloqueo.
A: El bloqueo lo pongo yo.
T: ¿Y dónde localizas ese bloqueo?
A: En la cabeza, un poco más arriba de las sienes.

Y así estuvo un buen rato, así que decidí aplicar la técnica de la inducción y llevarlo a un jardín donde encontraría su lugar preferido y podría ser él mismo. De esta forma sería su alma quien podría hablar conmigo.
Y allí fue donde vino su abuela.
T: Dime, ¿dónde está tu abuela aquí y ahora?
A: Delante de mí.
T: Pregúntale si ha pasado por la luz.
A: Se calla. No dice nada.
Esto es significativo, aunque a veces dicen que sí han pasado por la luz y más tarde se ve que no ha sido así.

Alberto le prestó su voz y sus cuerdas vocales a su abuela para que yo pudiera hablar con ella.
Así descubrí que su abuela no era consciente de que había muerto su cuerpo y estaba convencida de que el cuerpo de su nieto era el suyo propio. Hasta que le dije que mirara su cara
T: ¿qué tienes en tu cara?
Abuela: Peeloo
T: ¿Tú tienes barba?
Abuela: No.
T: ¿Entonces....??
Abuela: ...(silencio)

T: Mira, yo te voy a explicar qué está ocurriendo. Nos han dicho muchas veces que todo acaba cuando morimos, pero eso no es cierto. Lo único que ocurre es que cuando dejamos el cuerpo, nuestra esencia, nuestra alma o espíritu, sale del cuerpo y se va a  nuestro verdadero hogar.
Le expliqué que estaba interfiriendo en la vida de su nieto. Que para continuar su camino debía ir por el camino de la luz.
T: ¿Crees en Dios?
Abuela: Sí ( al dato, pues a su nieto más tarde le hice la misma pregunta y me dijo que no especialmente)
T: ¿Quieres que te ayude a encontrar el camino para reunirte con Dios?
Abuela: Sí.
T: Pues repite conmigo.
Hicimos una oración para que la ayudara a encontrar el camino y allí estaba la luz.
T: Mira a ver si ha venido alguien a acompañarte.
Abuela: No.
T: Fíjate bien
Abuela: Síiiii ( con lágrimas en los ojos). Es mi marido. Me da la mano.
T: Muy bien, pues ve con él. Quieres decirle algo a tu nieto antes de irte.
Abuela: Que le quiero mucho.
T: Que Dios te bendiga.

Tras este inciso importante en la terapia, volví a conducirlo al tema de su cabeza y tras algunas vueltas, Alberto logró ponerle forma y color a lo que le ocurría.
T: Cómo es eso?
A: Es como un cuadrado gris que se mueve.
T: Fíjate bien cómo te está afectando ese cuadrado gris.
A: Es como una energía negativa que viene del cuadrado a mi estómago, y de ahí sube hasta mi cabeza y en mi cabeza todo se vuelve blanco y no me deja pensar, ni tomar decisiones.
T: Ahora quiero que te fijes muy bien en ese cuadrado y dime, ¿qué hay detrás de ese cuadrado gris?
A: No sé ( eso quiere decir, no quiero saber)
T: Bueno, como si supieras. Fíjate bien. Esto es importante. ¿Qué hay detrás del cuadrado gris?
A: No sé por qué me viene a la cabeza una mala experiencia de cuando era niño.
T: Háblame de esa experiencia.
A: No.
T: Y eso?
A: Me da vergüenza.

Ahí está. Esa era la experiencia que había venido a trabajar y así se lo dije. Le costó un poco, cambió varias veces al decirme la edad que tenía cuando ocurrió, pero poco a poco la verdad se fue abriendo camino hasta sus labios y expresó todo su sufrimiento.

Cuando era poco más que un niño, unos amigos le habían inducido a experimentar "toqueteos" con ellos, hasta tres veces. Y en la confusión propia de esa edad, él también experimentó con su hermano pequeño una vez. Su hermano se lo dijo a sus padres, y eso le hizo hundirse en la vergüenza cada vez más y más hasta el día que por fin su alma logró sacarlo a la luz conmigo.
Nunca más volvió a experimentar con personas de su mismo sexo.
Le pregunté por sus tendencias y dejó claro que le gustan las mujeres, sin embargo seguía confundido y atrapado en la vergüenza.

Repito una y otra vez la palabra vergüenza porque una vez que salió, Alberto la repitió una y otra vez y otra vez...tal era lo que sentía en su interior.

Vivimos en una sociedad que condena el sexo como pecado, sin darnos cuenta de que cuando somos preadolescentes, buscamos experiencias y experimentamos, porque ¿cómo si no, vamos a aprender?. No hablamos con nuestros hijos o nuestros padres del sexo por vergüenza y eso conlleva que podamos cometer errores, errores que nos marcan para el resto de nuestra vida si no somos capaces de hablar de ello abiertamente.
Alberto experimentó con otros chicos, vale ¿ y qué?. Cuántos de nosotros lo hemos hecho? O lo hemos pensado?...con chicos, con chicas
Alberto cometió un error con su hermano. Uno. Igual al que cometieron con él y lo está pagando desde entonces, pues desde entonces cada vez que le viene el recuerdo, se castiga una y otra vez.
Cómo? Pues enganchado a ese cuadrado de energía gris que lo tiene paralizado en el miedo, el asco a sí mismo, la vergüenza, el dolor, la pena, la culpabilidad, el miedo a haber dañado a su hermano tanto como él mismo se estaba dañando. El miedo a equivocarse. Por eso no toma decisiones sobre su futuro.

Cuando cometemos errores, debemos hablar de ello, debemos pedir perdón, perdonarnos a nosotros mismos y devolver la energía robada a la persona con la que cometimos el error. Si no nos atrevemos a hacerlo en persona, sentémonos y hablemos con su alma desde lo más profundo de nuestro corazón.


T: Muy bien. Ahora quiero que cojas con tus manos eso que tienes en tu cabeza, esa energía que no te deja pensar y la bajes por tu cuerpo, la saques por tu estómago y la lances contra ese cuadrado.

Y así lo hizo, no una, sino muchas veces. Y cada vez yo le preguntaba, ¿cómo está el cuadrado?. Él respondía "más pequeño, menos gris"...
Hasta que desapareció.

Ese cuadro gris no era otra cosa que lo que él llamó al principio "energía negativa". Energía que era provocada por él mismo, como una forma de autocastigo, cada vez que pensaba en lo ocurrido muchos años atrás. Es tan importante que seamos capaces de sacar desde dentro aquello que nos hace tanto daño.

Se envolvió en una luz de color Rojo, pues así lo necesitaba su alma, y así pidió perdón y devolvió la energía robada. Perdonó y recogió la suya propia.
Y llegó el momento de recoger cada trocito de su alma que se había perdido en el proceso. Fue a la primera experiencia con sus "amigos" y allí había un trocito. Después encontró otro trocito de su alma sentado en la cama llorando, avergonzado, sufriendo, culpabilizándose una y otra vez por haber experimentado con su hermano. También lo recogió y lo integró.
Sin embargo, me decía que todavía le faltaba algo, que no sabía el qué.

T: Quiero que pienses una cosa, ¿cada vez que recordabas todo esto, qué sentías?
A: Vergüenza, culpa, responsabilidad, miedo de haberle hecho daño a mi hermano...
T: Pues quiero que busques a lo largo de toda tu vida desde ese momento, cada cachito de tu alma que se quedó atrapada en cada pensamiento, en cada recuerdo, en esa vergüenza... Fíjate bien. ¿ Cuántas partes de ti se quedaron en el camino?
A: Ufff....hay muchas.
T: Pues yo te voy a ayudar a recogerlas.

Les habló, les dijo lo que había ocurrido, les explicó lo que sentía su corazón y les pidió que volvieran a él. Integró consigo a todas esas partes de su alma que se habían perdido en la vergüenza y el dolor de la confusión propia de la edad y el desconocimiento.

Y aquí está la explicación de su cansancio, pues cada vez que una parte de nuestra alma, de nuestra energía se pierde en el camino de la vida, nos sentimos más incompletos, más cansados.
Es muy importante que seamos conscientes de nuestros traumas y vayamos recogiendo esa parte de nosotros que se ha perdido.
Es importante que seamos conscientes de que esa parte de nosotros aunque está perdida, sigue resonando dentro de nosotros y provocando dolor, vergüenza o miedo, porque al fin y al cabo es una parte de nosotros.

Alberto hizo un gran trabajo. Su cara se había transformado y su deseo para el futuro fue vivir en paz, atreverse a dar pasos en la vida, tener las cosas claras y saber lo que quiere.

La vida es un paso detrás del otro, pero todo pasa por dar el primero y Alberto lo ha dado.
Agradezco la ayuda al Universo y a las almas que hicieron esto posible.

Fina Navarro
13 de Noviembre de 2015

jueves, 1 de octubre de 2015

¿Curiosidad?


Cada vez que alguien decide “probar” con la Terapia Regresiva, realmente no es él o  ella quien guía sus pasos sino su propia alma en busca de sanación física, emocional y/o mental.

Cuando le propuse publicarlo, me dijo que le hacía ilusión aparecer como "Ana de 48 años".

TR - ANA. 05 de Junio de 2015. 48 años.

La curiosidad había llevado a Ana hasta mi casa. Una mujer emprendedora y, según contaba al principio, ella estaba fenomenal y no necesitaba sanar nada. Pero siempre nos pasa algo, precisamente por ello buscamos, sin saber muy bien lo que necesitamos encontrar.

He de decir que no siempre hago historia clínica en la primera visita, pues son muchas las ocasiones en las que la persona se encuentra ya en regresión, por lo que casi directamente pasamos a la terapia.
Ana, sin embargo, había venido “por curiosidad” y no encontré en ella signos de querer trabajar de inmediato, así que empecé con las preguntas.
Cuando tocamos cómo había sido la relación con su madre, sus primeras palabras fueron: “Un tormento”. Y pasó a describirme los problemas que acarreó su madre y que ella la estuvo cuidando los últimos 6 años de su vida.
Yo iba haciendo mis apuntes, y llegamos a los recuerdos de su primera infancia, desde que nació hasta aproximadamente los 6 o 7 años. A lo que me contestó que recordaba que la maestra utilizaba una palmeta para castigar a los niños y que ella le llevaba el café.
Nada más (esto es importante).

Por supuesto que hubo más preguntas, y aunque no llegamos a completar la historia, he querido reflejar estas dos por la importancia que tendrán después en su trabajo.

E iniciamos la terapia.
Vagó por retazos de vidas en otros tiempos y en otros cuerpos, y quizás en otras dimensiones. Se hizo largo, tanto, que casi había perdido la esperanza de que se dejara guiar por su alma para hacer el trabajo que había venido a realizar. E incluso la había llevado al momento más traumático de todas esas experiencias revividas a medias, y fue ahí, cuando le preguntaba cómo le afectaba todo lo revivido, cuando entró definitivamente en la experiencia que había venido a sanar y sin previo aviso.

A: Siento una bola en la garganta. Me estoy agobiando.
T: Eso es. Siente ese agobio. ¿Cómo es ese agobio?.

Me di cuenta de que esta era la experiencia a sanar, cuando vi asomar la primera lágrima.
He de decir que Ana tiene una personalidad muy fuerte y se niega a llorar.
De hecho dejé que se limpiara hasta tres veces algunas lágrimas furtivas, antes de ofrecerle un pañuelo. Pañuelo que tuve que insistir para que tomara, pues de entrada me lo rechazó.

Narró que estaba en un colegio de monjas, que tenía 5 años. Que las monjas la obligaban a comer sopa de “gato” (es una sopa de ajo con pan). Revivió como la castigaban cuando no quería comérsela, como sus compañeras se reían de ella cuando terminaba vomitando la sopa.
Revivió como la obligaban a irse a su habitación castigada y humillada.
Que no quería estar en la iglesia por la mañana y por la tarde. Que ella quería jugar y dormir, que solo tenía 5 años y, sin embargo, la obligaban a comportarse como una niña mayor.

A: Y las monjas me chillaban-decía, mientras su rostro se contraía en una mueca desvalida. 

Habló de la soledad. De su necesidad de ir con su madre, de que no quería estar ahí.
T:  ¿Y cómo te afecta todo esto en tu vida como Ana?
A: Me impide vivir el día a día, disfrutar de lo que tienes por si acaso en algún momento te lo quitan.

Trabajó el perdón. Recuperó la energía perdida. Integró a la niña desvalida.
Y llegamos a su madre.
T: Fíjate bien. ¿A qué se debe que tu madre te dejara con las monjas?
A: Ella tenía que trabajar, pues nuestro padre se fue y ella tenía que mantenernos. Como no podía cuidar de nosotros, nos dejaba allí.
Ana tiene un hermano mayor, que estaba en otro colegio interno también.

T: Fíjate bien, voy a contar a 3 y vas a poder ver qué es lo que tu madre habla con las monjas sobre ti. Uno, dos…tres.
A: Están en el patio de colegio. Les cuentan a mi madre que no me porto bien porque no me como la sopa. Mi madre siente pena en su corazón por mí.
A: Ahora se acerca a mí, me abraza y me besa. Siento lo que siente su corazón. Ella me quiere. Le da mucha pena dejarme con ellas, pero no tiene más remedio. A mi madre no le gusta nada que me quede allí porque sabe que lo paso mal, pero ella tiene que trabajar. Me quiere mucho.

Pocos años después su madre la sacó de allí y la pudo llevar con ella, allá donde estaba el trabajo.
Lo bonito cuando terminó la terapia fue el comentario: “Esto cambia las cosas”
Era tarde, tenía prisa por marchar, así que no le pude preguntar qué significaba ese comentario.  Pero sí tuve claro que tenía algo que ver con su madre.

No estamos aquí para juzgar el trabajo de aquellas monjas, por otro lado tarea encomiable la del cuidado de niños.
No estamos aquí  para juzgar el que una madre dejara o no, a sus hijos en colegios internos.
No estamos aquí para juzgar nada. No somos quién.
Nadie es quien para juzgar las acciones de otros. Y nosotros menos que nadie.

Estamos aquí para “entender” que todos hacemos lo que hacemos con un motivo. Y que su mero entendimiento libera nuestra alma y por consiguiente el trauma que lleva consigo.

A veces pasa con esta terapia, que no siempre nos acordamos de todo lo revivido y de cómo ello nos está afectando en nuestro día a día. Este fue el caso de Ana.
Nuestra parte consciente, en el momento en que acaba la terapia, intenta que olvidemos aquello que nos hizo daño. Es una forma de protección, que a la larga nos puede dañar.

Sin embargo, la parte buena es que, nos acordemos o no, realmente se trajo al consciente lo inconsciente.
Se puso en marcha una energía que seguirá actuando a nivel de nuestras emociones, de nuestro accionar con la vida aquí y ahora, y cuyos primeros resultados se pueden ver cuando dejamos salir esas emociones a través del llanto, normalmente sin motivo aparente. Pero ahí está.
Y sin darnos cuenta, algo más cambiará y luego otra cosita más, y luego otra… Le buscaremos explicaciones a esos cambios, pero la verdad es que nuestro único y gran mérito habrá sido el de escuchar nuestra alma y así, sin darnos cuenta, habremos empezado a trabajar a su compás.

Enhorabuena Ana pues, por curiosidad o no, lograste escuchar a tu alma.
Gracias por hacerme partícipe de ello.


Fina Navarro
Julio/2015
viajerosdeluz@gmail.com
viajerosdeluz.blogspot.com.es


miércoles, 23 de septiembre de 2015

Recuerdos que sanan


Recuerdos que sanan

A esta mujer le encanta el nombre de María, así pues...
TR María. 17 de Abril de 2015. 40 años.

Después de 20 años de tratamiento médico común para cistitis de repetición, empecé a tratarla con homeopatía y le fue bien, durante un par de años. Estaba contenta, porque pudo dejar los antibióticos.
Sin embargo, los meses que estuvimos sin vernos algo pasó y volvieron las infecciones, prácticamente cada semana y por supuesto los antibióticos, pues los dolores eran insoportables.

Así que un día la senté y le dije, cierra los ojos...

Terapeuta: Fíjate bien, voy a contar a tres y al llegar a tres vas a ser capaz de ver delante de ti a tu propia alma, a tu esencia viva. Uno, dos....tres. ¿ Qué ves?
M: Pues me veo a mí (sonriendo, como sorprendida).
T: Muy bien, pues quiero que mires a tu alrededor y que me digas qué ves, qué está pasando ahí.

De pronto le cambia la expresión. Aprieta más los ojos y aparta la cara, como si no quisiera ver lo que está "viendo" con los ojos cerrados.
Quizás, la tarea más importante del terapeuta aquí es que el paciente no se sienta solo en ningún momento, esto es fundamental, pues de lo contrario éste querrá salir de la experiencia o no profundizar.

T: Escúchame bien, yo te voy a acompañar en todo momento. Voy a estar a tu lado en cada paso de esta experiencia que estás viviendo. No te voy a dejar sola. Yo estoy aquí. ¿Entiendes esto?
M (asintiendo con la cabeza): es que son sombras negras, como hombres lobo, son cabezas llenas de pelo negro y se mueven a mi alrededor.

T: Muy bien. Quiero que les digas que dejen de moverse y se pongan delante de ti, con firmeza y respeto. Harán lo que les dices.
M: Poneos delante de mí.
T: Muy bien. Quiero que les mires a los ojos, a todos ellos. Quiero que les hables. Pregúntales cuánto tiempo llevan contigo.
M: Tiempo, dice uno de ellos.
T: Cuántos son?
M: Tres, pero uno parece que es el que manda.
T: Pues dirígete a él. Pregúntale si él querría hablar conmigo.
M: Dice que bueno.
T: Muy bien, pues ahora quiero que te quedes muy relajada. En un segundo plano. Quiero que respires profundamente y permitas a este ser que utilice tu voz y tu garganta para que yo pueda hablar directamente con él.
M: Vale.
T: Eso es. Respira profundamente. Yo voy a contar a tres y al llegar a tres permitirás a esta persona que hable a través de ti. Uno, dos…tres.

Miro atentamente la expresión de María, pues cuando hay un ser que interfiere en el campo vibratorio de una persona y ésta le da permiso para hablar a través suyo, se produce un ligero cambio en la expresión del paciente que nos dice que esta persona ya puede hablar.

T: Hola. Bienvenido. Mi nombre es Fina. ¿Cómo te llamas?

A veces, esta persona, la que está interfiriendo no sabe o no puede hablar a la primera de cambio porque realmente lleva mucho tiempo sin hacerlo y no recuerda como tiene que actuar. Otras veces, como en este caso, empezó a hablar con lentitud pero perfectamente desde el principio.

AP( alma perdida, a través de María): Ho..la.
T: Bienvenido. Estás entre amigos. ¿Cuál es tu nombre?
AP: Juuann. Juanjjj…
T: Hola Juan.

Cuando hablamos con una persona confundida, también llamada alma perdida, pues se perdieron en el camino de encontrar esa otra dimensión que es nuestro hogar, lo hacemos desde el corazón y con todo nuestro amor y respeto.
T: ¿Te importa que charlemos un ratito?
Juan: Bueno.
T: ¿Cuánto tiempo llevas con María?
J: Años.
T: Y, ¿cómo es eso de que estás con María?
J: Porque no quiero que le hagan lo mismo que yo le hice.
T: Y¿ qué le hiciste? (con mucha dulzura en nuestro tono al hablar)
J: Cosas malas.
T: ¿Me puedes explicar qué cosas fueron esas?
J: No (negación absoluta, que no cunda el pánico…)
T: Bueno Juan, fíjate que yo estoy aquí solo para ayudarte, así que si no quieres decirme lo que le hiciste, no importa. Date cuenta, ¿tú tienes cuerpo?
J: No, eso sí lo sé. Morí.
T: ¿Y no te gustaría seguir tu camino?.
J: No. Me tengo que quedar con ella para que no le hagan lo que yo le hice (insistente el muchacho).

A estas alturas yo empezaba a sospechar de qué iba el tema, pero como el objetivo es que esta persona encuentre el camino a la luz hay que dar las vueltas necesarias hasta lograrlo, dejando de lado la historia subyacente.
T: Fíjate bien, Juan. ¿Tú quieres a María?

Yo realmente no sé si la quiere o no, seguramente es más culpabilidad que otra cosa, pero precisamente por ello le hago esa pregunta, para llevármelo a mi terreno.

J: Bueno…sí.
T: Claro, ¿porque precisamente estás aquí para protegerla, no?
J: Sí, para que no le hagan lo que yo le hice.
T: Y si la quieres, ¿no te gustaría que ella estuviera bien del todo?
J: Sí.
T: Pues tú ya sabes los problemas que ella tiene de salud, ¿verdad?
J: Sí
T: ¿Y si yo te dijera que tienen algo que ver con tu presencia con ella?
J: Ya sé lo que quieres (me pilló). Tú quieres que yo me vaya y la deje. Pero ¿quién la iba a proteger entonces?
T: Ella misma. Date cuenta que ella ya es mayor y tiene que aprender a protegerse. Si tú sigues tu camino, ella tendrá la oportunidad de aprender a defenderse por sí misma y dejará de tener tantos problemas de salud.
Y tú quieres que ella esté bien, ¿verdad?
J: Siiiií
T: Muy bien Juan. Eres un buen hombre. ¿Te gustaría encontrar el camino a nuestro verdadero hogar? ¿Te gustaría seguir tu evolución?
J: Bueno.

Era lo que estaba esperando. Le guié, sin más pérdida de tiempo, a través de unas palabras de petición para que la puerta (la luz) se abriera.

T: Juan, quiero que mires a tu alrededor y me digas si ves una luz.
J: Sí. Pero, ¿y ella? (refiriéndose a María)
T: Mira, una vez hayas estado 33 días en la luz, podrás venir a verla y cerciorarte de que está bien, pero con la tranquilidad de que ya no dañarás su campo vibratorio.
J: Bueno.
T: Y una última cosa, ¿puedes decirle a esos otras dos personas que están con ella que se vayan contigo a la luz?
J: Claro (con buena predisposición).
T: Gracias Juan. Que Dios te bendiga.

Llamé a María. La hice volver de ese estado de espectadora de sí misma para volver a ser la protagonista de su propia vida. Hizo el perdón, recuperó la energía perdida. Trabajó estupendamente y con mucha valentía. Y la volví al estado presente.
Yo no sabía nada de su infancia y ella no se acordaba…hasta que Juan se lo recordó. Porque aunque él no lo dijera en voz alta, sí se lo hizo notar a ella.
Cuando María abrió los ojos, dilatados por la sorpresa y el dolor, allí sentada con la apariencia de una niñita pequeña, temblándole las manos empezó su propio relato.

“M: Se llama JuanJo-me dijo.
No me acordaba de él. Yo tenía 6 años. Él unos 19. Era hermano de unos amigos de mis padres. A veces íbamos a comer a su casa. Él siempre decía que me fuera con él a ver las gallinas. Y yo me iba, era una niña pequeña. No quería, pero me metía miedo. Y yo no sabía qué hacer. Se aprovechaba de mí y no me atrevía a decirlo”

Y así, con la mirada baja, entre palabras entrecortadas y lágrimas largamente retenidas, me fue contando esos abusos que sufrió de niña y que su mente consciente las había apartado de su recuerdo.


Me relató que este hombre murió años más tarde en un accidente.

Hablamos, le dije que tenía que llorar y relatar todo lo que le fuese viniendo a su mente, conmigo o con alguien cercano. Y así lo hizo.

Sin embargo, analizando su caso, tras años de convivir con un marido que le era infiel por sistema y todo lo que ella le permitió hacerle tanto a nivel físico como emocional, me pregunto si realmente Juan (JuanJo) evitó algunos abusos o por el contrario, al no dejarla evolucionar con su interferencia, pudo hacer precisamente lo contrario.

Como terapeuta, una de las cosas que más dolor me provoca escuchar son los abusos a niños. Aún así, no culpo a nadie, porque no eximo a nadie de su responsabilidad. Tengamos o no interferencias de otras personas, encarnadas o no, las riendas de nuestra vida son nuestras.

Solo planteo la duda.

Hoy, tras 5 meses de ese día, María ha mejorado mucho de sus problemas ginecológicos. Y lo que es más importante, empieza a respetarse a sí misma como nunca antes lo había hecho.

Fina Navarro
viajerosdeluz@gmail.com
viajerosdeluz.blogspot.com.es

18/09/15






martes, 15 de septiembre de 2015

La soledad de la confusión.

La soledad de la confusión
TR- CRISTINA, 24 de Abril de 2015. 23 años.
Madre de una niña de 3 años.

Cuatro días antes de la cita. Cristina cogió la cuerda y subió al último piso de su casa.
Ató fuertemente la cuerda a la barandilla del hueco de escalera. Ya no aguantaba más. Nadie lo sabía. Nadie sabía cuáles eran sus intenciones. Estaba sola.

Pero eso no es cierto. Nunca estamos solos. Siempre hay alguien que nos cuida, si estamos dispuestos a escucharles. Siempre hay un guardián que nos protege.
De pronto su perro dálmata empezó a llorar. La había seguido hasta el hueco de la escalera y allí estaba, llorando con una pena tan grande que le atravesó el corazón…y bajó a consolarlo. No podía irse sabiendo que él sufría tanto. Después subiría y acabaría con su vida de una vez.
Pero, el perro la hizo olvidar y así pudo llegar a verme cuatro días después.

Cristina vino porque su vida era un caos y había intentado suicidarse varias veces. Con una hija de 3 años, viviendo con sus padres que la apoyaban en todo, pero con una relación muy traumática con el padre de la niña y con la madre de éste.
Metida en continuos juicios por la custodia de la niña y con un miedo atroz a que el padre y su abuela se llevasen a la niña.
La terapia empezó con el detalle de ese miedo. Contó todo lo que ella veía que sufría su propia hija cuando la obligaban a ir con el padre. Lo que le contaba cuando llegaba. Su lucha porque no se la llevaran, siquiera un día.
A través de esa emoción, viajó por todos los traumas que había vivido en esta vida respecto a esa experiencia, e incluso reconoció que en un pasado había intentado suicidarse.
Trascurrido casi 2 horas de terapia, yo había empezado ya el cierre de la misma y entonces empezó a recordar.
Terapeuta: Dónde estás?
Cristina: No sé.
T: Fíjate bien. Mira a tu alrededor. Mira tus manos. ¿ Qué ves?
C: Veo arena bajo mis pies.
T: Eso es. Sigue ahí. Cuéntame. ¿ Qué está pasando?
C: Estoy huyendo.
Y así empezó su verdadera historia. La historia origen de muchos de sus problemas en esta vida.

A través de pinceladas, de tiempos anteriores, escenas vívidas y vueltas a vivir, contó que era una reina madre en el Egipto faraónico. Que oyó como pretendían matar a su hijo de 8 años.
Que su dolor fue tan grande que cogió una daga y mató al anciano que planificó la muerte de su hijo.
Descubrieron el cuerpo del anciano conspirador. Ella huía, estaba manchada de sangre, era solo cuestión de tiempo que la descubrieran y entonces, ¿Qué sería de su pequeño?
Entonces un  guerrero la llamó, le dijo lo que tenía que hacer. Él se haría cargo de la culpa, era su guardián.
T: Mírale a los ojos. ¿Reconoces a alguien en su mirada?
C: No puede ser.
T: Por extraño que parezca. Dime,  ¿a quién te recuerdan?
C ( totalmente perpleja): a mi perro dálmata.
T: Eso es, sigue adelante. ¿ Qué está ocurriendo ahora?
C: Le están matando. ¡Han matado al guardia que intentaba protegerme!. Huyo por los pasillos, por la arena. Me limpio, me lavo y, aunque sospechan de mí, no me detienen.

De forma casi imperceptible, adelantó en el tiempo  10 años. Sin embargo, para Cristina es un proceso de seguido, tanto que como terapeuta yo no me doy cuenta y fue más tarde, comentando el trabajo, cuando ella misma me lo aclaró.

Dos personas se habían llevado a su hijo, pero no por la fuerza. Él debía cumplir con su deber y les acompañaba. Sin embargo, ella sabía que todo iba mal. Le iban a hacer daño a su pequeño y no podía hacer nada por evitarlo. (A pesar de que el niño ya era casi un hombre, ella seguía llamándole “mi pequeño”).
C: Estoy muy ansiosa. ¿Por qué no vuelve mi hijo ya? Algo va mal. Mi pequeño- llorando ( así es como llama continuamente a su hija en esta vida “mi pequeña”).
C: Hay revuelo ahí fuera, salgo y les veo, los dos hombres traen a mi hijo mal herido. Sé que han sido ellos, pero no puedo demostrarlo. Dicen que ha sido un accidente. Tengo a mi pequeño entre mis brazos. Está muy mal, se me muere-aghhh- mi hijo se muere- llorando. Muere en mis brazos y no he podido hacer nada por salvarlo. Cuánto dolor. No lo soporto.
T: Sigue. Avanza un poco más. ¿Qué está pasando?
C: Le estamos enterrando. No soporto este dolor. Quiero morir. No deseo vivir con este dolor. Todo el mundo se va. Me quedo sola frente a su tumba. No puedo vivir así.
T: ¿Qué ocurre ahora?
C: Cojo mi daga. (La cara se le ha transformado, ya no llora, solo hay determinación en su rostro. Hace el ademán de coger su puñal). Y me lo clavo en el pecho (haciendo el gesto como si se lo estuviese clavando). No puedo vivir sin mi pequeño. Le he fallado.
T: Eso es…. Dime, ¿dónde estás ahora?.
C: Veo mi cuerpo. Me he desangrado. He muerto. Veo a mi hijo, pero no puedo ir con él.
T: ¿Y dónde vas tú?
C: A la oscuridad ( la oscuridad de la confusión).
T: ¿Cómo es esa oscuridad?
C:  No hay nada. Sólo estoy yo, sola. Solo hay oscuridad.
T: Dime, si tú supieras ¿cuánto tiempo estás en la oscuridad?
C: Ufff….siglos.
T: Y ¿cuándo sales de esa oscuridad? ¿quién te ayuda?
C: Veo algo. Veo una mano que se tiende hacia mí. Me pregunta si estoy preparada para salir de allí. Le tiendo la mano y me lleva hacia la luz.
T: Dime, ¿quién te tiende la mano?
C: Ahhhh…es el guerrero. Es mi guardián. Es mi perro dálmata. ¿Cómo puede ser?

Tras esto, hago el proceso de recuperación de energía, dejar emociones y traumas, rescatar parte de su energía atrapada en el sufrimiento,  el cierre y la armonización.

Y fue entonces cuando, en presencia de su madre y de la amiga que las había traído, nos contó que hacía cuatro días había intentado suicidarse otra vez y que fue su “guardián” el que lo impidió, al llorar a los pies de la escalera.
La hice ver en progresión cómo sería el futuro de su hija, de sus padres y hermana, si ella se suicidaba. Sobre todo teniendo en cuenta dónde había estado la última vez.

Han transcurrido más de cuatro meses desde ese día y ya nunca más ha intentado quitarse la vida. De hecho, ni lo piensa siquiera. Además, le ha desapareció el dolor que siempre tenía en el pecho.
Ha trabajado en su interior, se ha fijado objetivos de estudio en esta vida. Intenta cambiar su futuro. Y ha logrado encontrar algunos momentos de felicidad junto a su hija.

¿Casualidad? Juzguen ustedes mismos.

La cuestión es que, queramos o no, nuestra alma necesita hacer un trabajo y si nos dejamos llevar por ella, ponemos en marcha una energía que nos sacará de ese círculo vicioso del desconocimiento.
Si algo funciona, ¿para qué negarlo?

Fina Navarro.
15/09/15 

jueves, 25 de junio de 2015

El miedo a lo desconocido.

Desde que recuerdo, siempre tenía miedo a aquello que no veía pero intuía.
Creo que he sido una de las personas más miedosas que han existido nunca...era mi lección.
La única forma que tuve de superar esos miedos a lo desconocido fue con el conocimiento.

Busqué, pregunté, investigué y empecé a entender.

La única arma que conozco para luchar contra ese miedo a lo desconocido es
el conocimiento y el amor.
Durante mucho tiempo "veía" formas, intuía seres, hasta que poco a poco empecé a verles como lo que realmente son, almas confundidas en busca de su propia luz.
No fue un camino fácil, quizás para otros fue más sencillo, o no... pero mi educación, mis creencias, mi ignorancia y sobre todo mi miedo, me lo pusieron complicado.

Ahora les hablo, les miro a los ojos y les ayudo a encontrar la luz que les llevará a nuestro verdadero hogar, esté cada uno en el nivel vibratorio que esté.

Ahora no les tengo miedo, solo el amor que siento ante su dolor es lo que me guía.
Ahora no les tengo miedo, solo la humildad adquirida por mi propio dolor me ayuda a entenderles.
Ahora no les tengo miedo, pues sé que todos somos iguales.

Gracias por este gran aprendizaje.
Con amor.
Fina Navarro
23/06/2015

viernes, 19 de junio de 2015

Es mi decisión...

Qué bonito, despertar al respeto hacia los demás.
Qué maravilloso, entender que cada uno elegimos nuestro camino, pues
....es nuestra decisión....aunque no nos acordemos.

Soy asmática, muy asmática y durante años he luchado por sobrevivir y sobrevivo.
Los últimos dos han sido especialmente difíciles en este sentido, aunque estoy convencida de que lo voy a superar.

Cada obstáculo, cada enfermedad, cada dolor y todo el sufrimiento es una opción de desarrollo, de conocimiento muy poderoso de la verdad sobre nosotros mismos.

Hoy mismo preguntaba en meditación si me podrían decir por qué elegí ser tan asmática, y una de las cosas que escuché fue..."para entender aún más la humildad"

Cuando empecé este escrito todavía no era consciente de que aún habría de caer más bajo, no solo por la dificultad para respirar sino para mantener el equilibrio físico debido a vértigos invalidantes.
A veces se nos suman las enfermedades, hasta que llega un momento en el que no vemos salida...y volví a preguntar, esta vez a través de una persona con especial sensibilidad.
Y me contestaron..."para que no se te olvide todo lo que vas a descubrir con motivo de las distintos síntomas que estás experimentando"

El asma no es una enfermedad, sino un síntoma.
El vértigo no es una enfermedad, sino un síntoma.
Las náuseas, mareos, debilidad, descomposición de nuestro cuerpo son solo síntomas.
Los pólipos no son una enfermedad, sino el resultado de ella...y así podríamos hacer una lista enorme.

Y lo más curioso es que, en la mayoría de los casos, no encuentran un motivo físico específico que los provoque, porque a veces no viene de este plano, sino del plano energético del cual no somos conscientes.

Aunque no nos lo creamos, nosotros elegimos todo o parte de ese sufrimiento antes de nacer.
Para qué?
Sencillo, para despertar, para aprender, para no olvidar fácilmente las grandes lecciones que decidimos superar en esta nueva encarnación.
Lo que pasa es que ahora, no nos acordamos de aquel momento antes de encarnar en el que tomamos la decisión de enfermar para aprender.
Tampoco nos acordábamos entonces de lo difícil que es "mantener el tipo" estando encarnados en un cuerpo físico.

Y qué podemos hacer?
Seguir luchando, seguir aprendiendo, no tirar nunca la toalla.
Como dice un amigo mío...relájate y disfruta, pues esto es lo que elegimos. Nuestros motivos tuvimos.

Vivimos en un planeta sometido al libre albedrío,  utilicemos tal libertad para aprender nuestras lecciones con toda la dignidad que seamos capaces de mantener... y
con una sonrisa en la boca...y
otra aún más grande en el corazón.

Adelante pues, mis valientes guerreros del amor.
Pues hay que ser tremendamente valiente para venir a este plano, con tan altos propósitos.

Y recordad, nunca, nunca estamos solos.

Con amor.
Fina Navarro
19/06/2015

lunes, 20 de abril de 2015

Buscas una salida? O es una entrada?

A veces tienes tanto que decir, que las palabras se detienen en tus labios
A veces te sientes tan perdido, que hasta el pensamiento se paraliza en tu mente
A veces sientes tanto dolor, que dejas de sentir...
A veces...

Es esos momentos, ¿ sabes lo que a mí me va bien?
Cerrar el "quiosco" y salir a pasear,
o sentarme a contemplar,
o coger ese libro que nunca tengo tiempo para leer,
o llamar a una amiga o amigo para charlar,
o escribir, sí escribir, escribir lo que siente el corazón,
o echar un vistazo por internet y ver los que hacen el trabajo que a mí me gustaría tener,
o hacer una lista de mis deseos,
o ...da igual lo que hagamos, 
pues lo verdaderamente importante es que siempre hay una salida
siempre hay una entrada a tu nueva vida.

Búscala y la encontrarás
pues tu camino lo labran tus pies,
solo tienes que dar el primer paso
eso es, ahora el otro pie
muy bien...sigue adelante.

No te desesperes
Insiste
Persiste
Y la encontrarás

Con amor
Fina Navarro
20/04/2015